Ya he pasado la experiencia y en esta ocasión el viaje hacia el ferry ha sido mucho mejor que el último que hice, aunque el barco en sí no me sirvió como lugar de relajación como el anterior. Éste estaba lleno de gente, sobre todo ingleses, que no dejaban de moverse y de hacer ruido. Allá donde iba me encontraba a alguien. Recuerdo en el barco español que se podía comer (comida española) casi en soledad, ver la tele en español, sentarte en una butaca sin que nadie pasara por tu lado y reposar en un camarote más grande que la ratonera que P&O ofrece. Quizá no se deba a la compañía naviera, sino a la diferencia entre viajer en agosto o dos días antes de Navidad.
Para superar el aburrimiento lo mejor es ir a ver películas. En este barco las películas eran en inglés sin subtítulos y costaban 5 libras cada una, y en el otro eran en español y por 8 euros se podía asistir a todas las sesiones. Yo pagé religiosamente mis 5 libras por película, qué iba a hacer. La primera que vi fue Fantastic Four: Rise of the Silver Surfer. Dejando a un lado la desilusión que siempre me provocan las películas de superhéroes que no son de dibujos animados me gustó, por lo menos lo que la pastilla antimareo me dejó ver entre siesta y siesta. La siguiente que vi fue Evan Almighty. Una película genial. No se me cerraron los ojos ni una vez (ya no me había tomado más pastillas) y me reí, además de con Steven con su secretaria que era todo un punto. Y la última película que vi (porque no había mejor opción, he de decir) fue Mr. Bean's Holiday. Hubo momentos en que me desternillé de risa pero otros en que quería matarle. No soporto su estupidez, sobre todo cuando afecta a los demás. ¿Es éste el humor inglés?.
Ya en tierra firme, con control de pasarportes pero sin Guardia Civil (no viajes sola, con ropa de sport y sin el coche lleno de bultos porque eres sospechosa de pertenecer a algún grupo armadao), me puse en camino y a los 400 km estaba mi cama esperándome hasta la mañana siguiente en que de nuevo empezó la rutina de siempre.
